martes, 10 de marzo de 2009

La Batalla de Alsina



"Hoy ladran, Señor. Hoy son más fuertes"
Joan Asulbarán - "1606"

Claro que no la debía buscar, pero así era
Julián. Recuerdo haber escuchado a alguien decir que los lunares, contados hasta el último, podían descifrar el futuro, y aunque siempre me pareció la manera más desesperada para encontrar un porvenir, Él confirmaba lo contrario. Lástima que le tocó decir lo más coherente en el momento más absurdo.

Si el tren sale a las cinco, lo mejor es que estemos una hora antes. Tú vas a entrar por la puerta "B 65 sur", y por la seguridad de ambos, no te voy a decir por cuál puerta entro yo, así no te tienta la mentira. Recuerda que Marisol se para temprano, revisa que no esté despierta antes de salir. Lo más callada posible, Lorena, lo más posible. No va a haber carros a esa hora, así que puedes ir tan rápido como quieras. Lo único que te puedo decir, por ahora, es que si decides que no quieres venir, no me lo digas nunca.

Pero a Lorena no le gustaron nunca las aventuras. Le gustaba más bien esperar, le entretenía más la idea del encuentro forjado por sus ausencias. Y dormía, dormía mucho. Nunca se encontró cómoda. Sin embargo, a lo que respiraba las cinco, se despertó. Marisol dormida y la euforia de quien miente, pudieron sobre la prudencia. LLego a la "B 65 sur" y miró a los lados, derecha e izquierda. Nadie puede decir que aquí lo decidió, pero parecía una maniobra alertadora para el remitente. Lorena nunca se fue, eso lo saben, pero no es eso lo que uno se lamenta por Julián, es, en cambio, la idea de la última bala lo que nos da espasmos de culpa. él sabía, porque siempre lo supo. Cuando lorena se quedó parada ante la última llamada, Julián, el pobre, se quedó viéndola del otro lado del vidrio. Y a él que no le gustaban las excentricidades. Ella sabía que él sabía, pero se convenció que ésta sería una historia más bonita para contar que a si se hubiese ido con él. Él nada más la miró. Pobre. Ahí se quedaron hasta que apagaron las luces. Julián tampoco se fue, eso lo saben.

.-Alguna vez hice planes contigo, dijo.



domingo, 4 de enero de 2009

Cuento de Andorra (Acto II)


"Más que los valientes, siempre nos descubren los inmutados"
Lumbre Denalea - El Capitán y su miedo.

Con fecha incierta y de reducidos elementos para la identificación, se cerró, sin preocupaciones, la reunión que trajo como consecuencia la última función de Sebastián. Se fue sin decir nada, como si no quisiera que sus palabras corrompieran de algún modo la resolución milagrosa que había logrado conseguir. Nos miró a todos con la espalda y se puso las pertenencias decomisadas. Pensó para sí mismo en la noche que pasaría después de semejante susto.

Todo había sido residuo de un malestar, luego eco de un brillo y más tarde maltratado por la negligencia. Quizás explotar antes que consumirse era mejor que librarse de manera tan barata. Los héroes no viven así.

¿Quiénes nos marcan el paso?

Siguen los de Morihualta.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

La Muerte Amarilla y Quienes Quedan Vivos. (Capítulo primero: El Día Azul.)


Quienes cuentan lo que pasó, aún no se han dado cuenta de que siguen vivos. Para decirlo mejor, la multitud curiosa por el momento, no deja que quienes siguen vivos estén al tanto de su condición. Nueve personas están ahí para contarlo. Son ellos, envueltos en mantas rojas, los más impares de los números.

La condición humana se explica mejor si uno se queda callado. Por eso cuando se habla del día de La Muerte Amarilla, uno debe callar y tratar de no mencionar nada que se pueda tomar como un intento de explicación o de hipótesis de su causa, y mucho menos de sus consecuencias, porque ese día es de la naturaleza humana. Es ofensivo. Humillante.

Ocurre como último día de una serie de sangre que constó de tres jornadas. Si alguien hubiese dicho lo que se venía, lo hubiesen tildado de loco.

El primero de los días pasaba por un lunes envuelto e inclinado hacia un ambiente político. La ciudad se encerraba y se asomaba por las ventanas para ver, de nuevo, una caravana propagandista en pro a un candidato de turno. Habiendo anunciado el evento con dos semanas de anticipación y con morbosa insistencia, el evento se prestaba para cualquier acto reaccionario.

El primer anuncio se vio en una pared totalmente blanca que oculta un estacionamiento público. Sin errores ortográficos, y con un alto nivel de caligrafía básica, se leía en letras rojas: "Azul, el día en que todos somos príncipes". De las nueve personas que se reunieron a las afueras del edificio el día de La Muerte Amarilla, sólo Marcel vio el primer anuncio.

Convocatoria estratégica a las 10:00 am para reunir a la masa completa a las 11:45 am, pipotes de basura pintados con la bandera del partido, banderines, panfletos y fotos, chapas, gorras y bolígrafos. Las cajas llegan a las ocho, el camión sale a las 10. Linda no va a venir porque se le muró un familiar, no tenemos a nadie en base. La policía se presta, entonces, para controlar el traslado y la seguridad general del paso, sin ningún tipo de supervisión. Este día todos somos príncipes. Azules. Agua. ¿Ya llamaron a preguntar quién nos va a recibir? Vamos saliendo, hablamos ahora.

Tres personas de las que no saben que están vivas, vieron ese día pasar un camión de frutas con alto parlantes que repetían: "Para ver mierda que traigan a un ciego", "Somos una sola voz", "Cultura para ser libres". El camión, que efectivamente era de frutas, lo manejaba el líder de un grupo de profesores que no comulgaban con la reelección que se publicitaba. El maestro "dolor" Moreno, ex alcalde, y dicho líder, no llego a enterarse que de La Muerte Amarilla se podía sobrevivir.


Son las diez y veinte. Dos personas, marido y mujer, en camino para la congregación, se detienen a leer un anuncio en la pared. "Azul, al grito todos seremos reyes". La esposa pensó más en el escrito que el esposo. Dos días después, se recordarían entre ellos que están vivos.


-Estamos vivos.


- ¿Qué?


- Estamos vivos.


- No entiendo.


- Estamos vivos.


Al menos ellos lograron llegar.


lunes, 18 de agosto de 2008

Cuento de Andorra (Acto I)




- ¿Cuántos?

- Siete... Creo.

- Mierda.

Salió. Para reaccionar en momentos así hay que ser capaz de manejar, con el peso que lleven, varias opciones. Se calentó las manos por el frío y revisó que no hubiese nadie a la salida del galpón. Vio el reloj y se vio a él retrasado.

Los pasos rápidos lo calientan. Sigue sin haber nadie cerca. La esquina encendida por el brillo le acerca una variante. Para reaccionar en momentos así hay que ser capaz de mantener, con el ritmo que lleve, la calma. Le cambió el color y se encerró a sacar cuentas, se lamentó.

.-Calculé mal, dijo.

Y se sintió frágil. No poder dejar de ver el brillo que encendía la acera lo delataba. Mal momento, pensó, para que se acerque alguien. Ahí se siente uno más grande, cuando las opciones se resbalan en un perfil bajo de prepotencia, cuando las peticiones pasan de la hoja al tacto. Cómo le gustaría reaccionar.

Caminó. Caminó más. LLegó a la casa incendiada en brillo que buscaba, la que lo acusaba de impuntual. La olió primero, se acercó después. Antes de tocar, recordó algo que le hizo pensar que la historia es un enemigo infalible, inclemente, de los que de competir te comerían vivo en el intento. Aquí ya hay alguien, aquí ya hay varios. Son siete.

Tocó. Tocó dos veces. Nadie se atrevió a abrirle.

Cuando se le ahogaron las ganas, se sentó. Esperó al que diera el paso adelante. Vio llegar el carro como lo haría cualquier persona, hasta como lo haría él en otra situación. Para reaccionar en estas situaciones hay que sacudir, con las alergias que traiga, todo el polvo del olvido. Ahora ¿cuánto nos vale la espera? Se maravilló del hecho que no hubiese copiloto y esperó con la cabeza abajo que el carro se estacionara.

Se acercó. Se recostó de la puerta del piloto viendo hacia otro lado, volteó con angustia de decirlo y repsiró. El motor se ha vuelto un nudo. El carro también brilla.

-¿Cuántos?

-Siete... Creo.

-Mierda.
Lo ve y entiende que la mentira, mida lo que mida, le da un poco de ventaja.

domingo, 20 de abril de 2008

Rísiko.

Y entonces pasó. Lo llamaron a pararse frente a la multitud, y miren que para él eso era una multitud. Se paró sin vacilar, pensando en qué estaría pensando alguien del que él se acordaba mientras caminaba al frente. Arrugó el papel que llevaba en la mano y lo mantuvo cerrado mientras proseguía con su marcha. Y entonces llegó.

No supo bien en qué momento terminó la música y empezó el calor, pero encontró un punto que le servía de base para no tener que tartamudear. Pensó en las casualidades, en las consecuencias y en cuántas cosas tenían que haber pensado todas las personas que antes se pararon ahí.

Sin más, decidó leer:

"Al rojo réstale dos y azul
Súmale tres y morado
Tengo más colores para estar a tu lado.

Dormida siempre darás verde
Tango para no perder la cuenta
Colorea tanto el disco que ya sabe un poco a menta.

Ponle dos más al morado
Súmale tres y amarillo
Mil pies para caminar contigo."

Así llamaron al siguiente. Él, ahí, devolviéndose entre palmas, había conquistado Praga.






Para la lluvia.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Tener frío

—Hey, ¿tienes frío?
—No.
—Yo tampoco.
—Entonces, ¿por qué me lo preguntaste?
—No estoy seguro... creo que para sentir frío yo también.
—¿Ah?
—¿Nunca lo has hecho?
—No.
—Entonces nunca has sentido frío.

martes, 5 de febrero de 2008

Un café, por favor

—¿Estás despierto?
—No.
—¿Cómo era que se llamaba…?
—Estoy durmiendo.
—Es cierto, perdón.
—Dime.
—¿No que estabas durmiendo?
—Estaba.
—Vuélvete a dormir, mañana te pregunto.
—¿Y si se hace tarde?
—No, mañana será más temprano, ¿no?
—Tal vez.
—¿Qué quieres que te pregunte?
—Hum… pregúntame si es tarde.
—¿Es tarde?
—¿Tarde para que?
—Bueno, tarde para esto.
—¿Qué es esto?
—Bueno, para que te pregunte si…
—Es tarde.
—¿Qué tan tarde?
—Temprano, demasiado temprano.
—¿Recuerdas el nombre de…?
—Te quiero.
—¿Hasta el sur?
—Se llamaba Café Sur, justamente.
—¿Preparo café?
—Sólo si es del sur.
—Te quiero.
—Sí, un café.